Friday, September 24, 2010

El fin de una enfermedad contaminante

Muerto el perro, se acabó la rabia.”

La rabia es una enfermedad aguda e infecciosa, es viral, y proviene del sistema nervioso central. Es un virus que está en todo el planeta y ataca a todos los mamíferos domésticos y salvajes, esto también incluye al ser humano. Ese virus se encuentra en la saliva y en las secreciones de los animales ya infectados. De hecho, es tan peligroso, que un animal infectado que ataque al ser humano, en el lugar del cuerpo donde le cause una lesión o mordedura, le puede transmitir esa enfermedad. Los llamados vectores, son animales que comúnmente conocemos, tales como: Perros, gatos, lobos, zorros, mapaches. murciélagos y otros mas. Si a una persona infectada no se le trata de inmediato con medicamentos, el virus acaba provocándole la muerte inevitablemente. Se dice que los síntomas de la enfermedad pueden tardar de tres meses, hasta un año para manifestarse.

El perro es uno de los animales mas comunes que hemos visto infectado con ese virus y padeciendo la enfermedad de la rabia. Su comportamiento es extraño y peligroso. Muchos han tenido que sacrificarlos, porque el animal ya no tiene esperanza de vivir, y porque es una amenaza para cualquiera que esté a su alrededor. El perro infectado es causa de inseguridad a sus dueños, y mantiene en alerta a todos los que conocen el estado del animal enfermo. Un perro es un vector de contaminación de tal enfermedad.

El dicho que me ocupa, se refiere a un perro contaminado por la rabia. La aplicación del dicho es parcial, porque el perro cuando muere deja de preocuparnos. Sin embargo, queramos o no, el virus de la rabia continua en el ambiente. Este dicho se aplica a las situaciones donde un mal especifico alrededor nuestro se mantiene con amenazas de contagio, y nuestra vida se arriesga a un constante peligro de contaminación. Así como la enfermedad de la rabia es tan evidente por sus manifestaciones en el animal enfermo; así es aquello que sabemos que contamina y está en el ambiente. Además, sabemos que debe desaparecer al morir.

Veámoslo de esta manera, hay muchos vectores que llevan muchos males infecciosos y atacan la vida de cualquiera expuesto a ese ambiente. Si alguno ya está contaminado y mira la manifestación del mal dentro de sí mismo, tiene que buscar su propia sanidad y cura. Con todo ello, estamos en riesgo de contaminar a otros. Hablar de esto es atemorizante, por esa razón, hay que usar de prudencia en todo aquello que tenemos alrededor y evitar ser contaminados por cualquier asunto de índole espiritual. Si ya sufrimos el daño de la contaminación; eso significa que, necesitamos la intervención de medicinas recetadas adecuadamente por un doctor. Y que las medicinas aplicadas a tiempo pueden traer sanidad y la desaparición de dicho virus interior. Antes de llegar a una decisión extrema; como la de sacrificar la vida misma, debemos atacar el mal que nos contamina hasta acabar con él. No se trata de morir cada vez que nos sentimos atacados por una de esas situaciones negativas. Se trata de evitar seguir con el mal por dentro, y no tener las manifestaciones de la enfermedad, cualquiera que esta sea.

El pecado es una contaminación del mal de desobediencia engendrado por nuestro primeros padres. Es una enfermedad congénita, que pasa de generación, tras generación. Cada uno se convierte en vector de ese mal espiritual a sus propios descendientes. El pecado nos lleva a la muerte, y no tiene cura; desde el punto de vista humano. Por eso la Biblia dice: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Romanos 6:23. Sin embargo, la cura de esa enfermedad es por Jesucristo en su obediencia, y a través de su propia carne y sangre; éste es el punto de vista de Dios. Jesucristo fue la paga, y solo El provee de la cura para la enfermedad del pecado a través de su sacrificio, La Biblia dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” 2 Corintios 5:21.

Seamos prácticos. Veamos todo aquello que se parece a la rabia (como un símbolo de pecado); y que, de manera lenta, pero certera; nos empieza a quitar la vida, la salud, la felicidad, el cariño de los seres queridos, las buenas amistades, etc. Los seres humanos tenemos muchas situaciones peligrosas y dañinas alrededor. Por ejemplo: La ignorancia, el miedo, el rencor o resentimiento, el chisme, la envidia, y cualquier cosa semejante a éstas; ellas pueden ocupar el lugar de un virus similar al de la rabia. Hay muchos asuntos que son invisibles, llamados: “Enfermedades espirituales.” Conocidas también, como: “Enfermedades del alma.” De todos es conocido, que estos asuntos llevan a cualquier persona a la perdida de sus fuerzas, y sus energías. Muchas veces las personas son alcanzadas por enfermedades que no tienen una explicación médica o científica. Males que avanzan tan rápido y arrebatan la vida, y llevan a cualquiera a la tumba. La Biblia dice: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.” 2 Corintios 7:1.

La medicina espiritual es la que ofrece el que atacó el virus con su propia muerte. La profecía Bíblica dice: “De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol; la compasión será escondida de mi vista.” Oseas 13:14. El antídoto para la enfermedad del pecado, es el pecado mismo. Y un humano, sin haber fallado, lo llevó por amor a nosotros para salvarnos.

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